Sin ir rápido, sólo con la única intención de acabar entero, sin dejar que las malas sensaciones apareciesen. Para ello tengo que ir lento, despacio y "sin cansarme" pero sin dejar de lado lo que curte, el desnivel.
Así que ayer decidí pasar la tarde por mi puerto de Querol, mi segunda casa. Sin forzar en absoluto, con una tarde de perros y las ganitas justas. Pese a ello, hice dos subidas completas desde Vallivana hasta arriba.
Las ganas de girar también aparecieron ayer después de la primera subida. Menudo palo volver a bajar todo el puerto para volver a subirlo. Pero ahora no estaría del todo satisfecho al escribirlo.
Es ciclismo y éste aporta unos valores de esfuerzo que, aunque no nos demos cuenta y estemos desganados, siempre, siempre, estamos haciendo un poco más de lo que las ganas mandan.
Me da rabia ahora ver que mi limitador aparece pasadas las dos horas de entrenamiento, ahí vienen todos los males, pero es en esa zona, cuando pasamos la zona de confort del cuerpo cuando se mejora.
Lejos, muy lejos de aún poder hacer los entrenamientos ganadores que hacen
progresar, esos entrenamientos duros de 150km, 5h y +3000m desnivel. Sólo cuando incluimos en la zona de confort este tipo de entrenamientos es cuando se mejora a lo grande, no habiendo otra fórmula para que la bici aprenda a volar.
Ahora es el momento de cuidar la cabeza, que tira más que las piernas, ponerle el freno, no subir escaleras de tres en tres, sino sin cansarme; un peldaño a la semana, o medio, pero firme, sin correr.
Que los días pasan y es cuestión de tiempo llegar arriba.