El entrenamiento vespertino, que unas veces se ve alterado por tormentas, otras por el cansancio, y otras más mejores como la de ayer, en la que un "Me voy a echar la siesta" de mi novia, un "Vale, yo me voy a entrenar...", te entretienes, os gusta, sigue la conversación, más dispar que un burro verde, se hacen las seis de la tarde y ni una ha dormido ni el otro ha entrenado. Así se gesta un buen "a Contrapelo".
Bien entrada la tarde, sin agobios de manecillas del reloj, y con las mismas ganas como si fuesen las 9am, me monté en el rodillo, casi cuatro horas después acababa un entrenamiento a deshoras, aunque para mi son las mejores horas del día.
Como dije en la anterior entrada, "podernos ir a dormir con la relajada satisfacción de que el día acaba, y éste no nos ganó." Con esa sensación me fui a dormir ayer.
Y con esa sensación quiero acostarme hoy, me acostumbré a ella; por eso gracias a ti y a aquellos o aquello que hacéis posible que cada día que pasa sea el mejor.